El Chubasco 1893 Paul Sérusier

El chubasco
1893
Óleo sobre lienzo
Alt. 73,5; Anch. 60 cm 
RMN (Musée d'Osay)

Han transcurrido cinco, desde la famosa lección de pintura realizada por Gauguin a Sérusier, cerca de Pont-Aven. Este último, sigue fiel al sinteticismo y a la Bretaña; realiza a menudo estancias en Huelgoat (Finistère) donde pinta este cuadro. La lluvia, fenómeno habitual del clima bretón, adopta aquí un aspecto intemporal con sus tachados grises, colocados como una decoración. Conforme a la enseñanza de Gauguin, que recomendaba simplificar formas y colores, Sérusier concentra la expresión de su sujeto en algunos rasgos, excluyendo los detalles. Este tratamiento sintético es particularmente elocuente en la silueta del pequeño personaje del fondo, que parece un champiñón, con su paraguas colocado por encima de una falda.



En el primer plano, la estilización de la mujer joven evoca los atajos y la sencillez de los bosques japoneses. Como sus amigos Nabis, Sérusier no disimula su admiración por las estampas de Extremo Oriente, que copia para impregnarse mejor de ellas. Fue probablemente a los Japoneses que debe también el tema del cuadro: lluvia, nieve, borrascas, son temas muy apreciados por los artistas del periodo Edo (1615-1867).

Como en los grabados, se da prioridad a la línea sobre el color. Para Sérusier, demasiados colores perjudican "el conjunto. Tres o cuatro colores bien elegidos, bastan, y resultan más expresivos; los demás colores no hacen más que debilitar el efecto."


Aquí los colores se reducen a unos cuantos tintes mates y terrosos que evocan aquellos de los frescos italianos. El chubasco también se apropia de los primitivos una visión monumental y atemporal del tema. Sérusier aprecia el carácter arcaico de la Bretaña, conservadora e inmóvil, en sus tradiciones. "La indumentaria moderna cambia demasiado a menudo, escribía, adoptaba para mis figuras un traje bretón que no tiene edad."


Maribel Alonso Perez
19 enero 2012