viernes, 30 de septiembre de 2011

Inundación en Port-Marly (1876) Alfred Sisley



Esta localidad, Marly-le-Roi, donde Sisley residió un tiempo, sufrió en el año 1876 unas fuertes inundaciones. El artista las representó en cuatro de sus lienzos.En esta escena, el agua ya ha sido retirada casi al completo, pero Sisley reproduce los reflejos de la casa de la izquierda y los árboles de la derecha sobre el agua. Consigue crea una atmósfera transparente mediante el empleo de una pincelada diluida.

Alfred Sisley (1839-1899) fue por encima de todo un paisajista. De menor categoría que Monet, y menos inquieto que Pissarro, Sisley se sintió desde el principio atraído por el paisaje fluvial, tanto por el río en si mismo, especialmente por los reflejos en la superficie del agua, como por la medio humano en sus alrededores. En cualquiera de los dos sentidos, sus obras claves son aquellas que dedicó, en 1872 y 1876, a las inundaciones causadas por el río Sena en la localidad de Port-Marly.

Sisley pintó varios lienzos representando la crecida del Sena en Port-Marly, pero las dos composiciones más destacadas son aquellas que recogen la inundación ante la tienda de un comerciante de vinos de la Rue de Paris. Es de destacar que varios pintores, como Claude Monet, ya habían representado pictóricamente grandes inundaciones, pero Sisley introduce la novedad de recrear estas inundaciones afectando a lugares habitados.



La línea del horizonte, inusualmente baja, hace recordar a las vistas de la Escuela del Delft y las vistas de Venecia pintadas por Joseph Turner, que Sisley tuvo oportunidad de ver durante un viaje a Londres. Curiosamente, las distintas vistas pitadas por Sisley tienen una composición similar: la arquitectura presente en la parte izquierda del lienzo divide el cuadro en dos partes: la inundación afectando al medio humano y construido -a la izquierda- y al medio natural y vegetal, a la derecha del mismo.

Al contrario que en la mayoría de pinturas representando incidentes naturales, aquí Sisley no añade a la composición ningún tinte trágico o catastrofista. No observamos ni edificios derruidos, ni árboles caídos, ni puentes arrastrados por la fuerza de las aguas. En uno de ello, incluso, el aspecto del cielo, lejos de ser amenazante, resulta esperanzador, con grandes claros azules abriéndose paso entre las nubes. Los personajes que montan las barcas que surcan las aguas recuerdan más a plácidos gondoleros venecianos que a asustados vecinos intentando salvar sus objetos personales de la fuerza de las aguas.


Maribel Alonso Perez
20 Abril 2011

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