El Cacharrero 1779 Francisco de Goya
El cacharrero
1779
Lienzo. 2,59 x 2,20
Museo del Prado, Madrid.
Pintado en 1779, El cacharrero o El puesto de loza,
como se le designa en los documentos, es ya una obra maestra pintada
con una riqueza y refinamiento que superan, con mucho, la simple
intención decorativa a que se destinaba. Cartones como éste, tan
sutiles y refinados en su técnica, tan ricos de términos y de matices,
son los que ocasionaron en algún caso las protestas de los tejedores
que advertían la dificultad, imposibilidad casi, de pasar al tejido
tantas sutilezas.
Desde el año anterior, 1778, Goya ha tenido acceso a las
Colecciones Reales, y el estudio y meditación sobre los maestros
antiguos, especialmente sobre Velázquez, dan su fruto en los cartones de
estos años, con sus lejanías grises, que atestiguan el paulatino
enfriarse de su paleta.
Un primer término muestra a quien el propio Goya describe
como un valenciano que vende vajilla. Dos mujeres y una anciana están
calibrando el género. Estas tres mujeres están iluminadas, quedando en
penumbra el vendedor. La de la izquierda, una anciana que sostiene una
sartén, recuerda a la que aparece en la obra Cristo en casa de Marta y María, de Velázquez, pintor por el que Goya sentía gran admiración.
En segundo plano inicia su marcha un coche de caballos donde
viaja una dama que contemplamos difusa a través del cristal de la
portezuela. Dos personajes, sentados de espaldas, la observan. En la
lejanía se aprecia algún personaje más y las siluetas de manzanas de
edificios.
Una curiosidad de este cuadro es el rectificado de la
posición original de la rueda trasera izquierda de la carroza, cuya
circunferencia se percibe claramente al lado de la que definitivamente
pintó el aragonés.
En este óleo aparecen constantes que habrían de ser marcas
del estilo de Goya, como la presencia conjunta de personajes de elevada
—en la carroza— y humilde condición social, los quincalleros del primer
plano, en una escena costumbrista y luz de poniente. También se
evoluciona en esta obra en la técnica pictórica de pincelada suelta y la
presencia de toques brillantes de luz aplicados a espátula.
Se aprecia una conseguida captación del movimiento del
vehículo, especialmente por la figura del lacayo, inclinado hacia atrás
por efecto de la inercia del arranque del coche, efecto enfatizado por
Goya a partir de la arquitectura del fondo. Asimismo, es notable la
maestría impresionista en el uso del «flou» con que está tratada la dama
que viaja en el interior de la carroza y columbramos a través de la
ventanilla.
El tratamiento del color es muy notable en la armonía de los
dorados de matices cobrizos, los grises y el azul con que está tratado
el cielo. Destaca el trabajo de bodegón que constituyen los enseres de
los vendedores ambulantes, cuyas calidades táctiles (lozas, porcelanas,
metales, telas) están reflejadas con mano primorosa.
Maribel Alonso Perez
25 abril 2012
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