viernes, 29 de julio de 2011

JUAN FERNANDEZ " EL LABRADOR " 1629 - 1636



                                                 Filósofo Escribiendo ,Óleoa sobre Lienzo



Juan Fernández, llamado El Labrador, fue un pintor barroco español activo entre 1629 y 1636, especializado en la pintura de naturalezas muertas.

Juan Fernández fue un pintor enigmático, de quien únicamente se sabe que vivía alejado de la Corte dedicado a pintar flores y frutas, principalmente uvas según lo que recogen los inventarios de pinturas de la época, tarea con la que alcanzó reputación internacional. Antonio Palomino, a quien alcanzó esta fama, pero que nada sabía de su vida, dedicó unas líneas a «Juan Labrador Pintor Insigne», suponiéndole discípulo de Luis de Morales y muerto en Madrid, de mucha edad, hacia 1600.

Fue también Palomino quien, al creerle discípulo de Morales, imaginó que sería extremeño sin mayor razón. El único dato del que se dispone para fijar su lugar de residencia, y quizá de nacimiento, es la mención a una pintura de una «porcelana de uvas, dos búcaros, unas castañas y bellotas» en el inventario de la colección del primer marqués de Leganés, realizado en 1655, atribuida al «labrador de las Navas», en referencia, probablemente, a las Navas del Rey en la provincia de Madrid.



                                            Bodegón con racimos de uvas, óleo sobre lienzo


Sir Arthur Hompton (1629-1635), secretario de Sir Francis Cottington, diplomático inglés en la corte de Madrid, pone de manifiesto en su correspondencia el interés propio y de su señor por adquirir obras del pintor, tarea no exenta de dificultad, pues «nunca viene aquí sino en Semana Santa». Ese voluntario apartamiento, que ha dado lugar a alguna literatura en relación con el menosprecio de Corte, se explicaría más fácilmente si, como parece probable, el apelativo de labrador no fuese simplemente un seudónimo sino el reconocimiento de un oficio que nunca abandonaría. Hopton manifestaba también que le había animado a pintar flores, «las cuales todavía no he visto. Si resultan tan buenas como sus frutas, enviaré a su señoría algunas de ellas».

Por su intermediación dos obras del pintor llegaron a Carlos I de Inglaterra, una de las cuales, Naturaleza muerta con membrillos y bellotas, pertenece aún a la colección real británica, donde ya en 1639 aparecía inventariada. Este óleo, junto con un Florero en colección particular firmado «el labrador Ju° fernandez 1636», son las únicas obras que pueden considerarse seguras de su mano, a partir de las cuales ha sido posible establecer un estilo y atribuirle nuevas obras. Pintor de tradición caravaggista, el Labrador sitúa sus objetos sobre fondos negros y utiliza la luz dirigida para conferir volumen a dichos objetos, descritos tras paciente observación de forma plenamente individual y con un pormenor casi flamenco, subrayando su aspecto humilde.




                                                               Flores óleo sobre lienzo


La orientación caravaggista de la pintura de "el Labrador", podría deberse al influjo de Juan Bautista Crescenci, marqués de la Torre, establecido en Madrid en 1617, protector de artistas y fijador del gusto en la corte de Felipe IV, además de pintor él mismo de algunos bodegones. Debió de ser Crescenci quien despertara el interés de los círculos cortesanos por Fernández, del que ofreció cuatro paisajes en venta en Madrid a Carlos I de Inglaterra, lo que indica que en su actividad pictórica no se limitó a los bodegones. En el inventario del Palacio Nuevo hecho a la muerte de Felipe V, en 1747, se menciona también un Retrato de filósofo atribuido al labrador, que es sin duda el Filósofo escribiendo depositado por el Museo del Prado en la Universidad de Sevilla, atribuido en ocasiones a José de Ribera. Alguno de sus cuadros llegará también a la corte francesa con Ana de Austria, hermana de Felipe IV y esposa de Luis XIII de Francia.

Entre los óleos que se le atribuyen, pueden destacarse sendas parejas de racimos de uvas del Museo Cerralbo de Madrid, en los que parece quererse poner de manifiesto el parangón con Zeuxis, que engañó a la naturaleza con el arte, y un Florero, antes atribuido a Zurbarán, en el Museo Nacional del Prado, al que en 2006 se han agregado otros cuatro bodegones con el mismo tema de los racimos de uvas colgados procedentes de la colección Naseiro.


Maribel Alonso Perez
29 julio 2011

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