Baile valenciano en la huerta
Óleo sobre lienzo, 60,5 x 102,5 cm, 1889-1890
Madrid, Fondo Cultural Villar-Mir
El Baile valenciano en la huerta, nos muestra el nuevo lenguaje de Sorolla después de sus años de aprendizaje en Roma. Sorolla vuelve a España cargado de triunfos y vuelve a su hogar, a Valencia. En esos meses del verano de 1889 pensará el matrimonio Sorolla dónde deberá establecerse, el corazón les dice Valencia y la razón Madrid. Esos meses de verano que pasan en el huerto de su suegro, Don Antonio García, a las afueras de Valencia son un motivo de júbilo, vida íntima, olores y sabores conocidos se entremezclan con los sueños de triunfo futuro.
Es en esta huerta que tan bien conoce Sorolla donde pinta Baile valenciano en la huerta y qué mejor modelo para las figuras femeninas que su mujer Clotilde, ella es la mujer que baila en el centro del cuadro, ella es el perfil de la mujer que habla en el fondo, ella es la mujer, la amada. Luz, armonía, alegría de vivir, pero ahora tratada con un nuevo lenguaje, más impresionista, más poderoso, que apreciamos en una primera mirada en el robusto árbol bajo el que sucede la acción, oímos sus hojas meciéndose y nos resguardamos en su sombra.
El nuevo lenguaje pictórico de Sorolla se vislumbra en este cuadro, donde con una composición ambiciosa se deleita en los detalles de las flores y las caras de los personajes, en los trajes que tan bien conoce, pero no se queda solo ahí. Los nuevos guiños impresionistas nos transportan más allá del costumbrismo y entonces, nos fijamos en el mantón que reposa sobre el parterre, en el azul del mar, en los naranjos del fondo y en la expresión de la cara de Clotilde. En esta obra Sorolla alcanza un lenguaje moderno e internacional que pervivirá en sus obras venideras.
Maribel Alonso Perez
25 agosto 2012
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