Leonid Afremov (nacido en Vitebsk, en 1955) es un pintor bielorruso. Sus pinturas generalmente son paisajes y figuras coloreados vívidamente; usualmente pintados usando paleta y pintura al óleo.
Afremov se graduó de la Vitebsk Art School, fundada por Chagall en 1921 y que tuvo notables personalidades como Kazimir Malevich y Wassily Kandinsky. Cuando descubrió que sólo la propaganda comunista se vendería en la Unión Soviética, Afremov se mudó a Israel en 1990. Al cabo de dos semanas, encontró un trabajo en una agencia de publicidad pintando carteles, pero en las vísperas de una exhibición, su estudio fue destruido y vandalizado. Después que su galería de arte fuera vandalizada por judíos ortodoxos, Leonid se mudó a los Estados Unidos.
Leonid Afremov, el artista, nació en la ciudad de Vitebsk, Sorprendentemente Leonid nació en la misma ciudad como Marc Chagall, el famoso artista, que también fundó la Escuela de Arte de Vitebsk, junto con Malevich y Kandinsky. Leonid Afremov se graduó de la Escuela de Arte de Vitebsk en 1978 y es uno de los miembros de la élite. Un dato curioso: Todos los cuadros son pintados solo con espátula, no con pincel. De hecho, el artista se demoró cerca de 15 años en fabricarse una paleta o espátula que se acomodara a su estilo único, lleno de colores y trazos llenos de emoción y sentimiento.
Probablemente una de las cosas que más llama la atención en los cuadros de Afremov es su forma de ver la vida. En los ojos del artista, un día lluvioso es un raudal de colores, aromas y sensaciones. Un día de trabajo es un momento lleno de vida y de color. No existen los días grises, pues como dice el dicho, la belleza está en los ojos del que mira, y esto no puede ser más cierto que para Afremov. Sus cuadros nos hacen reflexionar sobre la vida, para aprender que cada momento nos ofrece una oportunidad para ser feliz.
En su obra se repiten ciertos motivos que son parte de su sello característico. Exponente del neoimpresionismo, desarrolló una técnica única, que poco a poco ha ido ganando más y más seguidores alrededor del mundo. Su manejo de la luz y de la textura es verdaderamente impresionante si consideramos la explosión de colores que imprime en cada cuadro. Sus óleos tienen vida propia. Todo está en movimiento, y nada es insignificante. Un paraguas, una banca solitaria, un farol, unas hojas sobre el pavimento... todo es hermoso. Nos hace ver el mundo como si fuera un museo.
Maribel Alonso Perez
03 agosto 2011
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