La Fuensanta
óleo de 100 x 80cm
Año 1929
El cuadro, para el cual posara María Teresa López, muestra a la joven sentada, en tres cuartos y la cabeza mirando directamente al espectador. En la parte superior izquierda se aprecia un caño del que brota agua, sugiendo, quizá, que la mujer se ha sentado a reposar en su tarea de llenar el gran cántaro plateado, sobre que apoya los brazos en actitud relajada. Su sencilla vestimenta , falda roja y camisa blanca, constrasta con el fondo, de tonos neutros, alejandose de otras obras de temática similar en la que aparecen, como sacados de contexto, texturas más lujosas -encajes o seda-.
El foco se centra en la parte central del cuadro, resaltando la cara, brazos y torso de la modelo. Ilumina, así mismo, la parte central del cántaro, incidiendo en la textura del mismo y dejando apreciar el minucioso detallismo con el que ha sido representando.
En el oscuro cielo se abre una pequeña banda de claridad, situada a la misma altura que la cara de la modelo. Esto, junto a su fija mirada serena, centran la atención del espectador, contrarrestando el efecto del brillo del cántaro.
Mucho es lo que se conoce y mucho lo que se ha escrito sobre las mujeres que posaron para el pintor cordobés Julio Romero de Torres, un pintor en el que la mujer ocupó siempre un lugar principal en su pintura, una pintura altamente simbólica y en el que ella representará la dualidad. La mujer será la inocencia y la provocación, la castidad y el pecado, lo sagrado y lo profano.
A lo largo de su vida como pintor, Julio Romero buscará un tipo de mujer que se corresponda con su modelo de mujer española y que encaje con el carácter casi étnico de sus cuadros en los que aparecen objetos tales como guitarras españolas, mantones de manila, sombreros cordobeses, cántaros y rosarios y que se pueden considerar símbolos de esa cultura andaluza que él siente y que extiende a lo español.
Sus modelos serán cetrinas, algo agitanadas, potentes, de largos y negros cabellos y grandes ojos y adornadas de una alta dosis de sensualidad en la mirada.
Estas características reunía la mujer que aparece retratada en “La Fuensanta”, una conocida modelo de Julio Romero llamada María Teresa López González, una argentina hija de emigrantes españoles regresados a España y afincados en Córdoba.
Teresa empezó a posar para Julio Romero con solo 12 años debido a la vecindad que tenía con el estudio del pintor en Córdoba y que hizo que él reparase en aquella niña a la que iría pintando en numerosos cuadros y por la que llegó a sentir una atracción irresistible. Cuando Julio la retrató en este cuadro Teresa tenía 16 años y de ella se llegó a decir que había sido su amante, relación que ella siempre negó y que ratificó poco antes de su muerte en el 2003 en una olvidada residencia de ancianos.
En este cuadro, aparece apoyada sobre un cántaro plateado y al lado de una fuente que dá nombre al cuadro y que debe corresponder a la del Santuario de La Fuensanta, en Córdoba, un lugar donde la tradición sitúa la aparición de la Virgen y a cuyo manantial se le atribuyen propiedades curativas. Como en toda la obra de Julio Romero, se entroncan los símbolos, la tradición, la religión y la sensualidad.
Como anécdota, citar que este cuadro pertenece al imaginario español ya que, su imagen figuró reproducida en los billetes de 100 pesetas que se emitieron en España en 1953 y estuvieron en circulación hasta 1978. Curiosamente, este lienzo estuvo desaparecido desde 1930, en que fue vendido por Julio en la Exposición Iberoamericana de ese año a un coleccionista de arte, hasta el 2006, año en que apareció en Buenos Aires en manos de un coleccionista argentino. Sacado a subasta por Sotheby's en Londres, en 2007, se vendió por la nada desdeñable cifra de 1,173,000 euros, todo un récord para el artista. La pintura fue comprada por un coleccionista desconocido que pujó por teléfono.
Este cuadro fue pintado en 1929 y junto con el de "La Chiquita Piconera" - cuya modelo también fue María Teresa López - fue uno de los últimos cuadros de Julio antes de su muerte en 1930.
Maribel Alonso Perez
07 agosto 2012
óleo de 100 x 80cm
Año 1929
El cuadro, para el cual posara María Teresa López, muestra a la joven sentada, en tres cuartos y la cabeza mirando directamente al espectador. En la parte superior izquierda se aprecia un caño del que brota agua, sugiendo, quizá, que la mujer se ha sentado a reposar en su tarea de llenar el gran cántaro plateado, sobre que apoya los brazos en actitud relajada. Su sencilla vestimenta , falda roja y camisa blanca, constrasta con el fondo, de tonos neutros, alejandose de otras obras de temática similar en la que aparecen, como sacados de contexto, texturas más lujosas -encajes o seda-.
El foco se centra en la parte central del cuadro, resaltando la cara, brazos y torso de la modelo. Ilumina, así mismo, la parte central del cántaro, incidiendo en la textura del mismo y dejando apreciar el minucioso detallismo con el que ha sido representando.
En el oscuro cielo se abre una pequeña banda de claridad, situada a la misma altura que la cara de la modelo. Esto, junto a su fija mirada serena, centran la atención del espectador, contrarrestando el efecto del brillo del cántaro.
Mucho es lo que se conoce y mucho lo que se ha escrito sobre las mujeres que posaron para el pintor cordobés Julio Romero de Torres, un pintor en el que la mujer ocupó siempre un lugar principal en su pintura, una pintura altamente simbólica y en el que ella representará la dualidad. La mujer será la inocencia y la provocación, la castidad y el pecado, lo sagrado y lo profano.
A lo largo de su vida como pintor, Julio Romero buscará un tipo de mujer que se corresponda con su modelo de mujer española y que encaje con el carácter casi étnico de sus cuadros en los que aparecen objetos tales como guitarras españolas, mantones de manila, sombreros cordobeses, cántaros y rosarios y que se pueden considerar símbolos de esa cultura andaluza que él siente y que extiende a lo español.
Sus modelos serán cetrinas, algo agitanadas, potentes, de largos y negros cabellos y grandes ojos y adornadas de una alta dosis de sensualidad en la mirada.
Estas características reunía la mujer que aparece retratada en “La Fuensanta”, una conocida modelo de Julio Romero llamada María Teresa López González, una argentina hija de emigrantes españoles regresados a España y afincados en Córdoba.
Teresa empezó a posar para Julio Romero con solo 12 años debido a la vecindad que tenía con el estudio del pintor en Córdoba y que hizo que él reparase en aquella niña a la que iría pintando en numerosos cuadros y por la que llegó a sentir una atracción irresistible. Cuando Julio la retrató en este cuadro Teresa tenía 16 años y de ella se llegó a decir que había sido su amante, relación que ella siempre negó y que ratificó poco antes de su muerte en el 2003 en una olvidada residencia de ancianos.
En este cuadro, aparece apoyada sobre un cántaro plateado y al lado de una fuente que dá nombre al cuadro y que debe corresponder a la del Santuario de La Fuensanta, en Córdoba, un lugar donde la tradición sitúa la aparición de la Virgen y a cuyo manantial se le atribuyen propiedades curativas. Como en toda la obra de Julio Romero, se entroncan los símbolos, la tradición, la religión y la sensualidad.
Como anécdota, citar que este cuadro pertenece al imaginario español ya que, su imagen figuró reproducida en los billetes de 100 pesetas que se emitieron en España en 1953 y estuvieron en circulación hasta 1978. Curiosamente, este lienzo estuvo desaparecido desde 1930, en que fue vendido por Julio en la Exposición Iberoamericana de ese año a un coleccionista de arte, hasta el 2006, año en que apareció en Buenos Aires en manos de un coleccionista argentino. Sacado a subasta por Sotheby's en Londres, en 2007, se vendió por la nada desdeñable cifra de 1,173,000 euros, todo un récord para el artista. La pintura fue comprada por un coleccionista desconocido que pujó por teléfono.
Este cuadro fue pintado en 1929 y junto con el de "La Chiquita Piconera" - cuya modelo también fue María Teresa López - fue uno de los últimos cuadros de Julio antes de su muerte en 1930.
Maribel Alonso Perez
07 agosto 2012
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