Cosechadora de lavanda 1860
Óleo sobre lienzo
Alt. 81; Anch. 59 cm
(Musée d'Orsay) / Hervé Lewandowski
Guigou tiene 26 años cuando pinta la Cosechadora de lavanda. Todavía se encuentra en su primer periodo, el de su formación en Bellas artes de Marsella. Esta escuela era entonces sin duda una de las más originales y de las más activas de Francia. Su director, Emile Loubon, cercano de los pintores de Barbizon, estimula en los alumnos el afán por el paisaje y les incita a ir a pintar "a partir del motivo".
El pintor ha elegido representar su cosechadora de lavanda de espaldas. Esta posición otorga al personaje un aspecto misterioso.
Pocos elementos dejan adivinar la naturaleza de su trabajo. El fondo, a penas determinado, actúa como el decorado de una puesta en escena, aquella del terruño provenzal.
El punto de vista en picado suprime el cielo y da una impresión de gravedad y de agobio. Sin embargo no parece que Guigou desee expresar un mensaje social. Su ambición pretende más bien traducir la realidad de su región. Intenta ante todo captar toda su belleza, su luz particular y sobre todo el calor agobiante, cargado de polvo.
Los colores utilizados son apagados, minerales, como si el pintor los hubiese mezclado con los pigmentos de la tierra. La impresión todavía se intensifica más mediante la textura espesa y grumosa de la pintura.
En este cuadro, Guigou lo implementa todo para entregar un "retrato fiel y eterno de su pequeña patria", este "Imperio del Sol", según las palabras del escritor provenzal Frédéric Mistral.
Maribel Alonso Perez
05 diciembre 2011
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