Pintura de Howard Behrens
sábado, 9 de marzo de 2013
Corrado Giaquinto Molfetta, 1703- 1766 Nápoles
Titulo: El nacimiento de María
Año: 1740- 1750
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas : 53 × 98 cm
Ubicación: Christ Church Picture Gallery
Ciudad: Oxford
Giaquinto, que a los dieciséis años, en 1719, se encontraba ya en Nápoles, fue aprendiz de Nicola Maria Rossi, y posteriormente de Solimena. Sin embargo, su verdadero maestro fue sin duda Luca Giordano, gracias a cuyo ejemplo el joven Giaquinto pudo combinar el espectacular universo vibrante y tridimensional de Solimena con formas más delicadas y coloristas, y fondos más limpios y claros. El artista apuliano vivió en Nápoles hasta 1727, y luego se trasladó a Roma, donde trabó amistad con Sebastiano Conca. Los frescos que pintó en San Nicola dei Lorenesi (1731) ponen de manifiesto su admiración por los grandes pintores decorativos romanos del siglo XVII, así como la influencia que, de entre los artistas que fueron casi contemporáneos suyos, ejerció el pintor dálmata Francesco Trevisani. En 1733 Giaquinto se encuentra en Turín, a instancias de Juvarra. Allí pinta dos frescos para la Villa della Regina (Apolo y Dafne y La muerte de Adonis). Además, asimila la influencia de pintores de frescos de la categoría de Beaumont y Crosato, así como la de De Mura y Van Loo.
El retablo que ejecuta para la Colegiata de Rocca di Papa, con el tema de La Asunción de la Virgen, por encargo del cardenal Ottoboni, data de 1739; los frescos que pinta en San Giovanni Calibita de Roma son de 1740-1741. Giaquinto deja mayor huella de su presencia durante su segunda estancia en Turín, que tiene lugar entre 1740 y 1742. Entre las obras realizadas en esa época cabe citar los dos lienzos de santa Teresa (Descanso durante la huida a Egipto y El tránsito de san José) y el fresco dedicado a La gloria de san José. De nuevo en Roma, Giaquinto sigue dando muestras de su buen hacer en los cuadros que pinta para la capilla Ruffo en San Lorenzo de Damaso, en los lienzos para los techos de la Santa Croce in Gerusalemme (La invención de la Vera Cruz, La Virgen presenta a santa Elena y Constantino ante la Santísima Trinidad; los frescos consagrados a temas de Moisés los pintó en fecha posterior), y los frescos del Palazzo Ercolani-Borghesi. Su obra maestra de ese período es el retablo para el altar mayor de la iglesia de la Santissima Trinità degli Spagnoli, en Via Condotti (La Trinidad con esclavos libertos, 1742-1743), palpitante de vigoroso naturalismo, siguiendo tal vez la estela de Mattia Preti, admirado en San Giovanni Calibita. Un impulso similar de monumentalidad caracteriza su Bautismo de Santa Maria dell'Orto (hacia 1750)
A partir de entonces Giaquinto se consagra como pintor de fama internacional. Sus obras llegan a cualquier punto de la península italiana, desde Pisa (La Natividad de la Virgen del Duomo), hasta Cesena (otra refinadísima Natividad de María en la iglesia del Suffragio; frescos en la cúpula de la Madonna del Popolo del Duomo), y desde Nápoles hasta Apulia. En la década que va desde 1753 hasta 1762, Giaquinto se traslada a Madrid, donde lo colman de honores, tanto desde el punto de vista académico (es nombrado director de la Academia de San Fernando) como desde el profesional (supervisa la Real Fábrica de Tapices de Madrid). De nuevo Giaquinto hace gala de su impresionante y frenética actividad. Por ejemplo, en 1755 realiza los frescos de la capilla real del Palacio Real, pinta siete lienzos para el palacio de Aranjuez, ejecuta otros cuadros para el convento de las Salesas (pinta los frescos de la bóveda y la cúpula de esta iglesia después de 1758) y, por último, ejecuta los famosos frescos del Palacio Real en los que se representa El nacimiento del sol en el Salón de Columnas, y España venerando a la Religión y a la Iglesia en la escalinata. Giaquinto ejerció gran influencia sobre los pintores españoles, en particular sobre el joven Goya. De nuevo en Nápoles a partir de 1762, la obra de Giaquinto es muy apreciada por los artistas napolitanos -especialmente por los más académicos- que tratan de emular el moderado clasicismo y la elegancia formal alcanzados por Giaquinto, sin duda a base de una estudiosa aplicación.
Maribel Alonso Perez
09 marzo 2013
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