Aert pasó su juventud en Arkel, cerca de Gorinchem, donde vivió a sus anchas mientras trabajó al servicio de los grandes de su tiempo y lugar; el hado de la ruina aleteando alrededor de su figura, despertó en su alma la curiosidad por los pintores del momento, y alrededores, acabando Aert por dejar la buena vida para tirarse a la mala existencia de los artistas de vocación, los mejores, pero que al llegar demasiado arde a la fila se ven superados por las circunstancias, y circunstantes, y son relegados a la vida trágica. Fue en este escenario que Aert conoció a Lysbeth, la hermana de los dos pintores Rafael y Jochem Camphuysen, de quienes aprendió el oficio.
Ya en el camino de su nueva vida, sobre el año 1632, se trasladó a Amsterdam, donde le nació su hijo, el pintor Eglon. La existencia oscura de Aert, desde el punto de vista del historiador, durante los próximos veinte años, se iluminó en el 1652 durante el magnífico incendio que arrasó la Ciudad Vieja de Amsterdam, el delirio del artista por el fuego de la inspiración movido, retratando el infierno en cuadros hoy en museos de cuyos nombres no me acuerdo, por un momento pareció que volviera a tocar la buena vida que abandonara en Arkel. Ilusión de ilusiones y todo es ilusión -diría Aert cinco segundos antes de entregar el espíritu.
Pero como una tragedia tiene muchos actos, al poco del Incendio de Asterdam la Vieja, y arrastrados por la miseria de los artistas sin suerte, entre los años 1659 y 1662 Aert y su hijo llevaron para adelante una taberna, que quebró, y para pagar sus deudas se vendieron sus cuadros en subasta, pagándose una ruina por cada uno de ellos. Quince años más tarde Aert moría en la más absoluta pobreza, en Amsterdam, el 9 de noviembre de 1677.
Con el tiempo sus paisajes han pasado a ser gloria bendita... (hay más por la Red, estos son unos cuantos, y me encantan por la impresión que me causa ver el mundo tal cual hace cinco siglos; ¡quien lo vio, quien lo ve! Sus paisanos no valoraban los cuadros de Aert, porque Aert se limitaba a fotografiar lo que ellos vivían cada día. Según han pasado los siglos y Holanda es otro mundo del que retratara con su ojo mágico Aert, sus fotos al óleo son al presente un viaje a otro tiempo, a otro mundo).
Maribel Alonso Perez
16 abril 2011
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