El pintor Albert Anker nació en Anet (Ins en alemán), una comuna suiza en el canton de Berna, situada en el distrito de Erlach. Era el doceavo hijo de un veterinario. Sus primeros estudios de dibujo los realizó en 1845 en casa de Louis Walhinger, pero en ese momento apenas se distinguió de los demás alumnos.
En 1851 empieza sus estudios de teología en la Universidad de Berna y de Halle (Alemania). A finales de 1853 pide permiso a su padre para interrumpir el curso y ponerse a pintar, quien le autoriza, en inmediatamente marcha a París, ciudad que le había entusiasmado a raíz de un viaje que hizo en 1851. Fue alumno del pintor suizo Charles Gleyre, que como muchos otros artistas helvéticos de habla francesa se había instalado en la capital francesa. Entre 1853 y 1860 frecuenta la Escuela Imperial de Bellas Artes, donde había estudiado Pierre Auguste Renoir. Anker iba a pertenecer a esa gran cantidad de artistas suizos que estaban trabajando en Europa, forjando una carrera lejos de su país
En 1869, Albert Anker empieza a hacer proyectos para el ceramista Théodore Deck, para quien realizaría en el curso de los años más de 300 dibujos para lozas. Hacia 1870 diversificó su vida social, siendo diputado del Gran Consejo del canton de Berna. Trabajó para las revistas Le Magasin Pittoresque y La Revue Suisse des Beaux-Arts. En 1878, organizó la sección suiza de la Exposición Universal de París, tras la cual fue nombrado Caballero de la Legión de Honor.
En 1890 renuncia a su domicilio parisino para vivir únicamente en Anet: deseaba vivir en un ambiente tranquilo, pues la vida en la ciudad ya no le aportaba lo que buscaba, que no era otra casa que la paz absoluta de su ciudad natal. En 1900, la Universidad de Berna le concedió el título de Doctor Honoris Causa.
La mayoría de cuadros de Anker, aunque suizos en esencia, no estarían fuera de lugar con los de los artistas de la escuela de Barbizon en Francia o el arte victoriano de Inglaterra. Naturaleza muerta con vino y castañas parte de una interpretación casi analítica de superficies y objetos, para transmitir el poder expresivo de cosas cotidianas. El lúgubre fondo hace destacar a la perfección la jarra de vino luminosa y la copa. En primer plano, un plato de castañas descansa sobre el mantel de hilo. Desprovisto de artificios, el artista explora la cualidad de la luz y el volumen, y traiciona las influencias holandesas y de Caravaggio. En el arte suizo se apreciaba la precisión de la plasmación, sobre todo en las naturalezas muertas, además de un escaso formalismo, y un sentido de la artesanía y el ingenio visual. Como género, las naturalezas muertas pueden considerarse un punto de partida para un análisis amplio de la relación entre la alegoría y el naturalismo. Las naturalezas muertas de Anker presagian a los expresionistas del siglo XX.
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